El arte de correr y no morir en el intento

Todos hemos tenido en algún momento de nuestras vidas, la necesidad imperiosa de hacer deporte, de sentirnos mejor con nosotros mismos, de pertenecer a la marabunta de personas que van por tu ciudad con la cabeza bien alta a trote borriquero, mientras yo, bamboleo mis "lorcillas" de casa al trabajo y del trabajo a casa (previo paso por un McDonald's, claro está). Y es que coger una rutina saludable no es fácil, y esto ya lo hablo desde la experiencia.


 Hace cosa de dos años,en verano, movida por una necesidad imperiosa de tener un hobby, me envalentoné a salir a correr. Mi hermano pequeño (nos llevamos 7 años y yo tengo 34), tenía ya la costumbre de hacer un pequeño circuito alrededor de casa de unos 5 kilómetros, así que ni corta ni perezosa, decidí unirme a él. Resta decir que casi muero, por no mencionar el dolor de tobillos, la pérdida de un pulmón por el camino y las ganas de morir constantemente. Pero oye, ¡lo conseguí! evidentemente me fui quejando todo el camino (cosa muy habitual en mi, es como la marca de la casa), pero llegué a casa sana y mas o menos salva.... Una de las cosas que más me gustó fue la ducha de después. Me ducho con agua casi hirviendo y después de cocerme en mi jugo, serían locuras mías, pero de verdad que me daba la sensación que respiraba mejor, que el aire olía diferente. La sensación que se me quedó fue tan grata, que repetí. Si si ¡como lo oyes! empecé a ir a correr todos los días, ¡hasta me compré ropa de deporte!(cosa impensable si me conocieras).
 Convencí a mi hijo (que actualmente tiene 11 años) a formar parte de ese gran grupo llamado "runners" y nos encantaba, tanto que hubo una carrera nocturna en la ciudad y nos apuntamos.

Nathan y yo cual campeones. 

Tengo que decir que nos apuntamos más por hacer el "chorra" que por demostrar lo deportistas que nos habíamos vuelto. ¡Y nos lo pasamos de muerte! nos echamos unas risas y no llegamos los últimos, que no es poco. Pero tal y como he comentado antes.... mantener las rutinas (al menos en mi caso) no es fácil, y menos si lo tienes que compaginar con un trabajo con horario rotativo, un niño, una pareja y evidentemente mi amado sofá. Mi hijo dejó de acudir, lógico y normal, porque ya entrenaba a fútbol 3 días por semana, a lo que hay que añadir el día del partido. Me vi sola ante el peligro y oye! de verdad que lo intenté, al principio iba, pero me duró taaaaaaan poco.... y es que siempre había algo mejor que hacer, algo más importante, algo más apremiante. El verano tocaba a su fin y una de las pegas a las que me aferré era que anochecía muy pronto, y claro, una damisela como yo, corriendo sola y desvalida por esos parajes tenebroso.... vale! que si! que exagero! pero es una excusa tan válida como cualquier otra ¿ehh?. Total, que lo dejé pasar, me dije a mi misma y a quien me quiso escuchar, que cuando volviera el calor, me volvería a calzar mis tan odiadas deportivas, y trotaría al son de mi música absorbida por mi Spotify. Y llegamos a hoy...los días se empiezan a hacer más largos, la ropa de deporte me grita desde el armario y yo me debato entre hacerles caso o hacerme la sueca, pero de verdad que me apetece, quiero volver a tener esa sensación tan buena y sentirme mejor conmigo misma. Me voy a volver a prometer que este verano si, que voy a volver a intentarlo, que intentaré ser constante, pero ya veremos lo que consigo. ¿Y tú? ¿te haces promesas que cuando te oyes a ti misma te da la risa porque no te crees? ¿te quieres armar de valor, pero necesitas como yo a alguien que tire de ti? o por el contrario ¿eres de los que se sientan en un banco del paseo con un bocata de chorizo para chinchar a los que corren como si no existiera el mañana?